domingo, 22 de febrero de 2009

Mantequilla o cañones

Con la disyuntiva que da título a esta columna han despertado al conocimiento económico muchas generaciones de estudiantes. La plantea P. A. Samuelson en su “afortunado” manual para explicar los grandes problemas económicos a los que se enfrenta toda sociedad. La idea es que ante la escasez de recursos, las sociedades tienen que elegir qué bienes producir y, por tanto, qué bienes sacrificar.
No podía imaginar el inefable profesor que su ejemplo iba a tomar cuerpo en la realidad y que sus conciudadanos se iban a enfrentar a tan apodíctico reto. Con el argumento de reducir el enorme déficit, el presidente Bush ha presentado un presupuesto en el que se incrementa el gasto militar a costa de un gran recorte social. Desaparecen más de un centenar de programas públicos relativos a salud, educación y medio ambiente, y se anuncia la privatización parcial del sistema de pensiones. No se mencionan, en cambio, los gastos de la guerra de Irak y Afganistán, ni las próximas reducciones de impuestos, ni el impacto de la privatización de las pensiones.

Hace casi un lustro, el economista P. Krugman tildaba de “fábula” la política de Bush en materia de pensiones y a su autor de irresponsable, y pronosticaba la quiebra precoz del sistema, si se llevaba a cabo el proyecto. Los hechos parecen validar la hipótesis, porque el modelo que sirve de inspiración a Bush, el chileno, ha fracasado a los 25 años del experimento, como advierte The New York Times en un reciente y dramático titular: “La angustia de los pensionistas chilenos”. En materia de elección social las cuentas no cuadran. En la presupuestaria, tampoco. No se puede reducir el déficit y los impuestos a la vez, y no estar loco, como reza el bolero. El presidente D. Eisenhower no hubiera rubricado esta opción por los cañones, de ser cierta la expresión que Samuelson le atribuye para ilustrar el inicio de su explicación: “Cada pistola que se fabrica, cada buque de guerra que se bota, cada cohete que se dispara significa, en último término, un hurto a los que pasan hambre y no son alimentados”.

Se adelantó la Academia: bienvenido Mr. Krugman

[Artículo de FERNANDO LÓPEZ CASTELLANO publicado en La Opinión de Granada el 15 de octubre de 2008]

La mañana del lunes, 13 de octubre, me despierto con la feliz noticia de que la Real Academia Sueca de las Ciencias ha otorgado el Nobel en Economía al profesor de la Universidad de Princeton, Paul Krugman. Sin duda, el economista que mejor escribe desde John Maynard Keynes, como rezaba en la contraportada de una de sus obras más conocidas, El teórico accidental y otras noticias de la ciencia lúgubre. Tan grata noticia sorprende más, si cabe, en un momento de absoluta escasez de debate en el ámbito de la Ciencia Económica, y en pleno auge de una crisis que apunta al corazón del sistema. Ni los más optimistas esperábamos tan merecido galardón.

El premio que se le otorga a Paul Krugman es tan solo un jalón más en el largo camino hacia la posteridad. Ya, en 1991, recibió la medalla John Bates Clark, un trofeo más difícil de lograr que el Nobel, a juicio de los entendidos. En 2004, se le concedía el Príncipe de Asturias de Ciencias Sociales. Se reconocía, así, su contribución al pensamiento económico y una gran labor investigadora. Por su parte, la Academia justificaba el galardón por “su análisis sobre los patrones comerciales y dónde se lleva a cabo la actividad económica”. Su «nueva teoría del comercio», formulada en 1979, permitió superar la tesis del economista David Ricardo, vigente desde principios del siglo XIX, basada en las ventajas comparativas. La tesis, aunque remozada con posteriores aportaciones, no explicaba el progresivo dominio del comercio internacional por países con condiciones similares y que comercializaban los mismos tipos de productos. Krugman elaboró un modelo que incorporaba economías de escala y competencia monopolística. Tal estructura de mercado daba lugar a la presencia de diferenciación en los productos y lealtad del consumidor a la marca. La nueva teoría sirvió de base a nuevos campos de investigación, tales como la denominada «nueva geografía económica », para explicar las pautas de la localización espacial del desarrollo.

La Academia ha reconocido el saber económico, pero también al economista político, al científico social que ha sabido introducir en sus análisis variables como el poder o los intereses, a menudo ignoradas en los modelos económicos convencionales. Krugman no huye de la formalización, pero entiende, con Von Neuman, que “cuando una disciplina matemática se aleja de su fuente empírica está amenazada de graves peligros”. Con economistas como él no hay peligro de que la disciplina económica pierda contacto con los problemas reales.

Pero Krugman no es un personaje marginal. Asesor de la Casa Blanca con Reagan, y de instituciones como el FMI, o la ONU, fue excluido, en última instancia, del equipo económico de Clinton a su llegada al poder en 1992. Con el paso de los años Krugman ironizó que tal empleo no iba con su carácter y, además, se hubiera visto obligado a andar de traje todos los días. Su vida académica transcurre en las universidades más prestigiosas del país: graduado en Yale, doctorado en el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT), donde ejerció la docencia y profesor de la Universidad de Princeton, en la actualidad. Su trayectoria puede suscitar odio, pero nunca desprecio o conmiseración.

Si en un primer momento canalizó su crítica hacia los “buhoneros del disparate económico” y sus recetas, en el presente cuestiona los postulados de economistas neoliberales y de líderes políticos neocons con sarcasmo. En el mundo de la retórica, entendida como arte de la persuasión, son reseñables sus columnas en diversas revistas económicas y, sobre todo, en el influyente diario New York Times. En ‘El gran engaño’ (2003) y en su último libro, ‘Después de Bush’ se recopilan parte de estos artículos y se critica la deriva del Partido Republicano hacia posiciones próximas a la extrema derecha y a uno de los defensores de dicha ideología, el mítico Alan Greenspan.
Muy preocupado por la desigualdad creciente de las condiciones materiales, generada por la nueva cultura del dinero en EEUU, denuncia la desaparición de la clase media, la muerte del sueño americano y el regreso de las desigualdades de rentas a los niveles de los años 20 del siglo pasado, cuando era una nación en la que el privilegio convivía con la más abyecta miseria. Critica la “teoría económica del derrame” implantada por Bush y reclama rehacer el new deal. Haciendo uso de su mordacidad, Krugman llega a retar al lector a plantear acciones políticas para convertir a Estados Unidos en una sociedad de castas. En su opinión, para lograrlo debería eliminarse el impuesto sobre el patrimonio, reducirse las tasas impositivas de las personas de ingresos altos, trasladando la carga a los asalariados y crearse paraísos fiscales. También, deberían recortarse los gastos en salud y educación públicas y privatizar gran parte de las funciones gubernamentales.

Su preocupación por las vicisitudes del sistema financiero se ponía de manifiesto con una obra de título premonitorio: ‘De vuelta a la economía de la gran depresión’ (2005). En ella propone una reforma radical del sector para evitar las crisis futuras y plantear un horizonte más estable, y extender las regulaciones de los bancos comerciales a los de inversión, hedge funds y otros productos financieros. En sus últimos escritos ha sido muy crítico con el plan de rescate propuesto por Henry Paulson, al que describe como una suerte de intercambio desigual: “dinero a cambio de basura”.

La Economía Política está de fiesta como en la divertida sátira de Berlanga al aislamiento internacional de la España de mediados del siglo XX. Pero esta vez, la caravana de las ideas económicas no ha pasado de largo: Bienvenido, Mr. Krugman.

HA JOON CHANG REIVINDICANDO EL DESARROLLO

Publicado en Historia Actual Online, Número 12 (Invierno 2007), 203-206

Reseña a Chang, Ha Joon; Grabel, Ilene, Reivindicar el desarrollo. Un manual de política económica alternativa. Barcelona, Intermón Oxfam, 2006, 208 pp.

Tras los decepcionantes resultados y las confusiones generadas por la agenda de reformas contenida en el llamado Consenso de Washington (Rodrik, 2006), se abren multitud de interrogantes sobre el futuro de la Economía del Desarrollo y se sigue investigando en “busca del desarrollo perdido” (Sunkel, 2006). Enfatizando en el nivel de las instituciones como reflejo fidedigno del grado de desarrollo de un país (Easterly, 2003); extendiendo los supuestos de la microeconomía neoclásica al análisis de la política económica (Bates, 1999); o centrándose en el PIB como variable aproximada del bienestar material y de la mayoría de los aspectos del desarrollo (Raj, 2000).

Pese al reconocimiento unánime de que el desarrollo no se reduce a crecimiento económico (Sen, 2000; Stiglitz, 2002; Giraud, 2002), y que el fracaso de los diversos programas de ajuste estructural en los países en desarrollo ponía en duda la calidad de las políticas ortodoxas y sacaba a la luz las patologías y carencias de la teoría económica neoclásica que las sustenta (Hoff et Stiglitz, 2002), seguían protegiéndose sus dogmas. Con la sospecha de que tras el exacerbado interés por las instituciones pudiera esconderse el intento de desviar la atención de dichas patologías, Chang (2006), como hiciera Hirschman (1981), se retiraba a investigar en torno al dilema que tanto había inquietado a autores como Olson (1996), esto es, cómo se habían hecho ricos los países ricos. Hirschman nos cuenta que de su retiro al laberinto de la historia de las ideas surgió una obra ya clásica: “Los intereses y las pasiones”. De su investigación de la experiencia histórica de los países industrializados, Chang extraía unos resultados sorprendentes y un texto provocador: “Retirar la escalera” (Chang, 2004).

Chang reformulaba la pregunta de Olson (1996) en los siguientes términos: ¿cómo, de verdad, se hicieron ricos los países ricos? Añadiendo las palabras de verdad al interrogante, sugería que la respuesta de Olson, sustentada en la calidad “de sus instituciones y de sus políticas económicas”, merecía ser clarificada. Su estudio arrojaba un panorama radicalmente distinto del descrito habitualmente por las reinterpretaciones del pasado con miradas actuales. Apoyándose en la crítica de F. List (1841) a la “doctrina cosmopolita” de Smith y otros partidarios del libre cambio, advertía que las recomendaciones en materia económica e institucional de los “Árbitros” de las “buenas políticas” y el “buen gobierno” a los países en desarrollo eran un intento de retirarles la escalera para impedirles acceder al progreso. Además de desmitificar el discurso vigente, su “asalto a la ortodoxia económica” llegaba al corazón de la metodología neoclásica, con un giro metodológico que rememoraba el methodenstreit decimonónico. Frente a la deducción y abstracción del modelo neoclásico, Chang reivindicaba un enfoque más concreto e inductivo, tan caro a autores como el citado List o Polanyi.

En el libro que reseñamos, Ha-Joon Chang, en colaboración con Ilene Grabel, ambos profesores en Cambridge, parten de la experiencia real para extraer lecciones aplicables a los problemas de los países en vías de desarrollo. En su planteamiento, “reivindicar el desarrollo” significa ofrecer a estos países alternativas reales al Consenso de Washington (Chang y Grabel, 2006). Para explorar, rebatir y proponer alternativas a los fundamentos incorrectos de la agenda de desarrollo neoliberal y a sus políticas, disponen la obra en tres partes. En la primera, examinan y rebaten los principales mitos del desarrollo. En la segunda, refutan los argumentos y la lógica económica neoliberal a la luz de pruebas lógicas y empíricas y proponen políticas alternativas. En la tercera, tras una breve conclusión, añaden a una completa bibliografía un buen número de textos alternativos.
Uno de los mitos más extendidos lo constituye la percepción, por parte de la ortodoxia económica, del proteccionismo como “anomalía histórica” y su defensa de la liberalización económica como respuesta correcta a esta errónea estrategia de desarrollo, ligando mercado y prosperidad. Chang y Grabel sostienen que los países industrializados se hicieron ricos gracias a la implementación de políticas proteccionistas, políticas industriales agresivas y políticas financieras intervencionistas, no al libre comercio y a la liberalización de los flujos financieros. Del mismo modo, el éxito económico de las tres décadas posteriores a la segunda Guerra mundial se debió a programas de intervención bien diseñados y a que se mantuvieron rigurosos controles sobre los movimientos de capital internacional. Tal tesis concuerda con la de dos estudiosos del desarrollo en perspectiva histórica, Hobsbawm (1998) y Sunkel (2006), quienes refieren que los buenos resultados en los países en vías de desarrollo se obtuvieron en etapas de fuerte intervencionismo (ciclo estadocéntrico), y los peores resultados se correspondieron con la liberalización posterior a los años setenta (ciclo mercadocéntrico).

Otro mito de más reciente factura es el postulado neoliberal, regido por un determinismo absoluto, de que la globalización es una tendencia natural e inevitable del sistema, ligada al avance tecnológico, que fomenta un alto nivel de vida y de prosperidad económica. Tal determinismo invita a pensar que sólo una política es posible, ante la que hay que plegarse. En su opinión, el impulso de la globalización tiene su origen en decisiones políticas en el campo del comercio internacional y de la política financiera.

También cuestionan el mito de la supuesta superioridad del modelo estadounidense frente al de la Europa Continental y del Japón, gracias a su formidable dinamismo, que combina democracia y mercado, y cuya máxima expresión fue la “nueva economía” de los 90. Como un gran número de autores, niegan que en la década de los noventa hubiera “nueva economía”, y subrayan que el espectacular crecimiento se debió al cambio en las técnicas de medición y a la nueva forma de retribución de los directivos, que les hizo priorizar la maximización del precio actual de las acciones (Marazzi, 2003). Además de que el supuesto crecimiento no redundó en una mejor distribución de la renta, con el estallido de la burbuja bursátil se pusieron de manifiesto la corrupción empresarial y los escándalos contables. Asimismo, el triunfo del “idiosincrático” modelo asiático se sustentó en un formidable gasto de energía política y recursos económicos y no en el legado histórico o cultural (Rodrik & Subramanian, 2004).

Otro mito cuestionado es el relativo a la necesidad de que los países en vías de desarrollo apelen a la disciplina de las instituciones internacionales y de las instituciones normativas nacionales políticamente independientes para evitar que sus políticos y funcionarios promuevan su propia agenda y no el bien público. Para nuestros autores, la “descabellada asociación” sector privado-eficiencia, y sector público-ineficiencia, sirve de excusa para defender que el mecanismo de mercado cumple la función crítica de alinear el interés personal y el bien social. En ningún caso debía aceptarse, continúan, delegar la autoridad normativa en órganos independientes, y concluyen que en muchos países el sector público y las instituciones públicas desempeñaron un gran papel en el proceso de desarrollo. De otro lado, como denuncia Stiglitz (2006), la connivencia, el cohecho y el soborno no son privativos de economías en vías de desarrollo.

La tesis favorable al libre comercio, basada en la ventaja comparativa y el rechazo de la intervención, es rebatida sobre la base de los negativos resultados de la liberalización para los países en vías de desarrollo en sus relaciones con países industrializados. Apoyándose en la historia real de los países desarrollados, sostienen que éstos emplearon múltiples instrumentos de política comercial, tales como aranceles, fomento de la importación de productos empleados para la exportación, y regulaciones gubernamentales. Con el aval teórico de la tesis de la Industria naciente de List, proponen una política alternativa consistente en proteger a la industria nacional de la competencia comercial internacional y apoyarla con infraestructuras y educación, y usar la acción colectiva para presionar sobre la agenda de la OMC.
Frente a la orientación privatizadora, derivada de la concepción neoliberal del comercio internacional y de la relación entre Estados y Mercados, defienden el apoyo gubernamental a las actividades de interés nacional y, partiendo de la base de que ciertos recursos vitales no pueden privatizarse, apuestan por mejorar su organización y control. A su juicio, el Estado debe integrar la política industrial en una “visión de desarrollo general”, con unos objetivos concretos y unos medios para lograrlos, en términos de capacidad humana e institucional, y de calidad del funcionariado.

El argumento neoliberal favorable a la liberalización total de las cuentas de capital para impulsar las entradas de capital privado es rebatido en términos de sus negativos efectos sobre la estabilidad financiera y de la excesiva influencia de los inversores en la política interna. De ahí que justifiquen el “control de capitales” porque pone límites a esta influencia y fomenta un nivel de inversión adecuado. De otro lado, defienden la regulación estatal del sistema financiero, “represión financiera” en clave neoliberal, para impedir un modelo de desarrollo “regido por la especulación” y acompañado de crisis financieras. En su apoyo citan la defensa de Gerschenkron del papel de las instituciones estatales y las relaciones financiero-industriales en las políticas de industrialización tardía. En efecto, en el modelo de Bretton Woods las finanzas estaban al servicio de la acumulación y la regulación y la política monetaria eran una fuente de estabilidad. El actual sistema descentralizado y coordinado por el mercado se caracteriza por una gran inestabilidad, provocada por el divorcio entre la acumulación monetaria y la productiva (Arrighi, 1999; Aglietta, 2000; Bonefeld, 2000). En definitiva, basándose en el concepto de “eficiencia funcional”, o capacidad del sistema para financiar proyectos de largo plazo, de Tobin, defienden la creación de Bancos de desarrollo, para poner las finanzas al servicio del desarrollo.

Por lo que se refiere a las Políticas e Instituciones macroeconómicas, rebaten el régimen de convertibilidad y tipo de cambio flotante, y se inclinan por un sistema de restricciones a la convertibilidad y controles al tipo de cambio como mecanismos fundamentales para el desarrollo. También cuestionan la “neutralidad” de las políticas monetarias llevadas a cabo por los Bancos Centrales independientes y sostienen que bajo esa forma institucional se amplían las posibilidades de aplicar una política monetaria en beneficio de la comunidad financiera, con grave perjuicio de la industria y la democracia. Finalmente, tras analizar el comportamiento fiscal de las economías más desarrolladas, caracterizado por importantes programas de gasto público y déficit presupuestario, cuestionan la política de reducción del gasto público recomendada a los países en vías de desarrollo, porque empeora su nivel de vida presente y compromete la actividad económica futura; y defienden los programas sociales, financiados mediante la reducción de la evasión y la generación de ingresos fiscales, y el gravamen de la especulación financiera.

En definitiva, estamos en presencia de un texto relevante y referencia obligada en el futuro para todos los colectivos sociales interesados en los problemas del desarrollo. El libro, verdadero antídoto contra el determinismo neoliberal, pretende proporcionar una serie de opciones de política que atiendan a las condiciones nacionales específicas y a las restricciones que imponen las instituciones que gobiernan la globalización, los gobiernos donantes y los prestamistas internacionales.

Fernando López Castellano, Universidad de Granada, Spain

Davos y los “visitadores del pobre”

En estos días, se ha celebrado el Foro Económico Mundial de Davos, que reúne a los más ricos del planeta. A lo largo de sus sesiones se ha podido apreciar que pese a que el proceso de globalización se identifica con dinámica de progreso, se reconoce que su futuro está ligado al desarrollo de los países pobres. En el plano de las realizaciones, sólo algún acto voluntarista. En el Coloquio sobre la financiación de la lucha contra la pobreza surgieron una atrevida propuesta y un emotivo gesto. El presidente francés, Chirac, tras loar al sistema de filantropía personal americano, habló de implantar un impuesto global sobre las transacciones financieras, y la actriz Sharon Stone aportó 10.000 dólares para la ayuda sanitaria a los países pobres.

Iniciativa tan laudable, remite a la conducta de la legión de filántropos y “visitadores del pobre” decimonónicos que, respondiendo a un impulso caritativo, intentaba paliar los daños que causaba el pauperismo. Con un discurso moralizante y un voluntarismo digno de encomio, se pretendía hacer frente a un problema sistémico, generado en el tránsito de la sociedad feudal a la capitalista y de las estructuras rurales a las industriales. Afortunadamente, con el cambio de siglo, el altruismo, sentimiento individual fundamentado en la ética, declinó en favor de la solidaridad social, de clara resonancia política, y el Estado asumió su responsabilidad en materia de bienes públicos y redistribución de la renta.

Hoy, al avanzar un nuevo milenio, en una época tan marcada por el “aziendalismo”, que todo lo pasa por el tamiz del beneficio, renacen los “visitadores del pobre” y el Estado abandona sus responsabilidades sociales. Pero, el desarrollo, como sostiene el Nobel de economía, Amartya Sen, exige algo más que filantropía. Hay que eliminar la pobreza y la tiranía, la escasez de oportunidades económicas y las privaciones sociales sistemáticas. De lo que se trata, en definitiva, es de consolidar los sistemas de protección en los países más desarrollados y sentar las bases para su implantación en los más pobres. Señores de Davos seamos serios: más justicia y menos caridad.

miércoles, 11 de febrero de 2009

Crisis...What crisis?

Una noticia que recuerda uno de los grandes temas de Supertramp: "Crisis..What crisis?


EFE, “Altos ejecutivos de Merrill Lynch cobraron primas en secreto mientras el banco recibía ayudas” Según asegura fiscal de Nueva York, Andrew Cuomo.- El total asciende a 3.600 millones de dólares. ELPAÍS, 11/02/2009

Los directivos del banco estadounidense Merrill Lynch cobraron un total de 3.500 millones de dólares (algo más de 2.780 millones de euros) según el fiscal de Nueva York Andrew Cuomo, que acusa a los ejecutivos del banco Merrill Lynch de "sorprendente irresponsabilidad corporativa" por cobrar estas sumas mientras el banco era 'rescatado' por las autoridades. En septiembre de 2008, Bank of America compró Merrill Lynch para evitar su quiebra, y la operación se completó al inicio de 2009 y casi lleva a la entidad compradora a la ruina. Gran parte de las investigaciones se centran en los momentos anteriores a la compra y a la recepción de ayuda por parte de Merrill. El fiscal quiere saber si el cobro de primas se adelantó para hacerlo antes de la fusión. En el escrito de Cuomo se asegura que el cobro se hizo "secreta y prematuramente" y con "aparente complicidad" del Bank of America, según la agencia Bloomberg.

"Al parecer, en vez de dar a conocer sus planes de gratificaciones de forma transparente, tal como se les pidió, actuaron de forma secreta cambiando las fechas para (recibir) esas primas y recompensaron a ejecutivos que habían fracasado", asegura el fiscal en una carta remitida al responsable del comité de servicios financieros de la Cámara de Representantes de Estados Unidos, Barney Frank, que hoy prevé celebrar una audiencia sobre la manera en que los bancos han gastado el dinero público del rescate del Gobierno estadounidense.

Cuatro de los ejecutivos del ese banco de inversiones habrían recibido 121 millones de dólares justo antes de que el dinero de los contribuyentes estadounidenses sirviera para rescatar a esa firma, según asegura hoy el diario Daily News, que cita fuentes de la fiscalía y que asegura que al consejero delegado del banco en aquel momento, John Thain, tenía prevista para él una prima de 40 millones de dólares, que sólo retiró cuando se hicieron públicas sus intenciones. Además, Merrill pagó, dentro de estos 3.600 millones, un millón de dólares a 696 personas en 2008, según The New York Times, que también cita fuentes del fiscal.

Una investigación de "miles de millones"

A finales de enero, la Fiscalía de Nueva York envió sendas citaciones judiciales a Thain, que salió de Bank of America en enero de 2009, y al director administrativo de Bank of America, J. Steele Alphin, como parte de la investigación por las primas que la primera firma pagó a sus ejecutivos antes de ser vendida a la segunda. "Estas citaciones son parte de la investigación sobre los miles de millones de dólares pagados en primas por Merrill Lynch unos días antes de ser vendido a Bank of America", dijo Cuomo entonces.

Bank of America -que a través de su presidente y consejero delegado, Kenneth Lewis, ha asegurado que no necesita más fondos del Gobierno y ha rechazado especulaciones acerca de una posible nacionalización de la entidad- ha recibido unos 45.000 millones de dólares de ayudas públicas. Para evitar este tipo de prácticas, el presidente Barack Obama decidió limitar el sueldo de los directivos de las empresas ayudadas a medio millón de dólares anuales. Ejecutivos de Wall Street entonan en 'mea culpa' ante el Congreso Ejecutivos de las firmas de Wall Street que se han acogido al rescate del Gobierno han reconocido hoy la "enorme ira" del público ante el desastre del sistema financiero y se han comprometido a restablecer la estabilidad del sector. En total, ocho ejecutivos de instituciones financieras han sido convocados hoy a la audiencia para rendir cuentas sobre el uso que han dado de los 165.000 millones de dólares que recibieron del Congreso. El monto es parte del paquete de rescate financiero de 700.000 millones de dólares que el Congreso aprobó en octubre de 2008 para que, a través del Departamento del Tesoro, se atajara la crisis de liquidez de los bancos. Casi todos llegaron al Congreso con testimonios cargados de mea culpa y el compromiso de trabajar con los legisladores para corregir los fallos del sistema.

INAUGURACIÓN

Con esta entrada queda inaugurado el blog "Riqueza de las ideas" que se utilizará en la asignatura "Historia de las ideas y del análisis económico" de 4º curso de la Licenciatura en Economía de la Facultad de Ciencias Económicas y Empresariales de la Universidad de Granada.