Publicado en Historia Actual Online, Número 12 (Invierno 2007), 203-206
Reseña a Chang, Ha Joon; Grabel, Ilene, Reivindicar el desarrollo. Un manual de política económica alternativa. Barcelona, Intermón Oxfam, 2006, 208 pp.
Tras los decepcionantes resultados y las confusiones generadas por la agenda de reformas contenida en el llamado Consenso de Washington (Rodrik, 2006), se abren multitud de interrogantes sobre el futuro de la Economía del Desarrollo y se sigue investigando en “busca del desarrollo perdido” (Sunkel, 2006). Enfatizando en el nivel de las instituciones como reflejo fidedigno del grado de desarrollo de un país (Easterly, 2003); extendiendo los supuestos de la microeconomía neoclásica al análisis de la política económica (Bates, 1999); o centrándose en el PIB como variable aproximada del bienestar material y de la mayoría de los aspectos del desarrollo (Raj, 2000).
Pese al reconocimiento unánime de que el desarrollo no se reduce a crecimiento económico (Sen, 2000; Stiglitz, 2002; Giraud, 2002), y que el fracaso de los diversos programas de ajuste estructural en los países en desarrollo ponía en duda la calidad de las políticas ortodoxas y sacaba a la luz las patologías y carencias de la teoría económica neoclásica que las sustenta (Hoff et Stiglitz, 2002), seguían protegiéndose sus dogmas. Con la sospecha de que tras el exacerbado interés por las instituciones pudiera esconderse el intento de desviar la atención de dichas patologías, Chang (2006), como hiciera Hirschman (1981), se retiraba a investigar en torno al dilema que tanto había inquietado a autores como Olson (1996), esto es, cómo se habían hecho ricos los países ricos. Hirschman nos cuenta que de su retiro al laberinto de la historia de las ideas surgió una obra ya clásica: “Los intereses y las pasiones”. De su investigación de la experiencia histórica de los países industrializados, Chang extraía unos resultados sorprendentes y un texto provocador: “Retirar la escalera” (Chang, 2004).
Chang reformulaba la pregunta de Olson (1996) en los siguientes términos: ¿cómo, de verdad, se hicieron ricos los países ricos? Añadiendo las palabras de verdad al interrogante, sugería que la respuesta de Olson, sustentada en la calidad “de sus instituciones y de sus políticas económicas”, merecía ser clarificada. Su estudio arrojaba un panorama radicalmente distinto del descrito habitualmente por las reinterpretaciones del pasado con miradas actuales. Apoyándose en la crítica de F. List (1841) a la “doctrina cosmopolita” de Smith y otros partidarios del libre cambio, advertía que las recomendaciones en materia económica e institucional de los “Árbitros” de las “buenas políticas” y el “buen gobierno” a los países en desarrollo eran un intento de retirarles la escalera para impedirles acceder al progreso. Además de desmitificar el discurso vigente, su “asalto a la ortodoxia económica” llegaba al corazón de la metodología neoclásica, con un giro metodológico que rememoraba el methodenstreit decimonónico. Frente a la deducción y abstracción del modelo neoclásico, Chang reivindicaba un enfoque más concreto e inductivo, tan caro a autores como el citado List o Polanyi.
En el libro que reseñamos, Ha-Joon Chang, en colaboración con Ilene Grabel, ambos profesores en Cambridge, parten de la experiencia real para extraer lecciones aplicables a los problemas de los países en vías de desarrollo. En su planteamiento, “reivindicar el desarrollo” significa ofrecer a estos países alternativas reales al Consenso de Washington (Chang y Grabel, 2006). Para explorar, rebatir y proponer alternativas a los fundamentos incorrectos de la agenda de desarrollo neoliberal y a sus políticas, disponen la obra en tres partes. En la primera, examinan y rebaten los principales mitos del desarrollo. En la segunda, refutan los argumentos y la lógica económica neoliberal a la luz de pruebas lógicas y empíricas y proponen políticas alternativas. En la tercera, tras una breve conclusión, añaden a una completa bibliografía un buen número de textos alternativos.
Uno de los mitos más extendidos lo constituye la percepción, por parte de la ortodoxia económica, del proteccionismo como “anomalía histórica” y su defensa de la liberalización económica como respuesta correcta a esta errónea estrategia de desarrollo, ligando mercado y prosperidad. Chang y Grabel sostienen que los países industrializados se hicieron ricos gracias a la implementación de políticas proteccionistas, políticas industriales agresivas y políticas financieras intervencionistas, no al libre comercio y a la liberalización de los flujos financieros. Del mismo modo, el éxito económico de las tres décadas posteriores a la segunda Guerra mundial se debió a programas de intervención bien diseñados y a que se mantuvieron rigurosos controles sobre los movimientos de capital internacional. Tal tesis concuerda con la de dos estudiosos del desarrollo en perspectiva histórica, Hobsbawm (1998) y Sunkel (2006), quienes refieren que los buenos resultados en los países en vías de desarrollo se obtuvieron en etapas de fuerte intervencionismo (ciclo estadocéntrico), y los peores resultados se correspondieron con la liberalización posterior a los años setenta (ciclo mercadocéntrico).
Otro mito de más reciente factura es el postulado neoliberal, regido por un determinismo absoluto, de que la globalización es una tendencia natural e inevitable del sistema, ligada al avance tecnológico, que fomenta un alto nivel de vida y de prosperidad económica. Tal determinismo invita a pensar que sólo una política es posible, ante la que hay que plegarse. En su opinión, el impulso de la globalización tiene su origen en decisiones políticas en el campo del comercio internacional y de la política financiera.
También cuestionan el mito de la supuesta superioridad del modelo estadounidense frente al de la Europa Continental y del Japón, gracias a su formidable dinamismo, que combina democracia y mercado, y cuya máxima expresión fue la “nueva economía” de los 90. Como un gran número de autores, niegan que en la década de los noventa hubiera “nueva economía”, y subrayan que el espectacular crecimiento se debió al cambio en las técnicas de medición y a la nueva forma de retribución de los directivos, que les hizo priorizar la maximización del precio actual de las acciones (Marazzi, 2003). Además de que el supuesto crecimiento no redundó en una mejor distribución de la renta, con el estallido de la burbuja bursátil se pusieron de manifiesto la corrupción empresarial y los escándalos contables. Asimismo, el triunfo del “idiosincrático” modelo asiático se sustentó en un formidable gasto de energía política y recursos económicos y no en el legado histórico o cultural (Rodrik & Subramanian, 2004).
Otro mito cuestionado es el relativo a la necesidad de que los países en vías de desarrollo apelen a la disciplina de las instituciones internacionales y de las instituciones normativas nacionales políticamente independientes para evitar que sus políticos y funcionarios promuevan su propia agenda y no el bien público. Para nuestros autores, la “descabellada asociación” sector privado-eficiencia, y sector público-ineficiencia, sirve de excusa para defender que el mecanismo de mercado cumple la función crítica de alinear el interés personal y el bien social. En ningún caso debía aceptarse, continúan, delegar la autoridad normativa en órganos independientes, y concluyen que en muchos países el sector público y las instituciones públicas desempeñaron un gran papel en el proceso de desarrollo. De otro lado, como denuncia Stiglitz (2006), la connivencia, el cohecho y el soborno no son privativos de economías en vías de desarrollo.
La tesis favorable al libre comercio, basada en la ventaja comparativa y el rechazo de la intervención, es rebatida sobre la base de los negativos resultados de la liberalización para los países en vías de desarrollo en sus relaciones con países industrializados. Apoyándose en la historia real de los países desarrollados, sostienen que éstos emplearon múltiples instrumentos de política comercial, tales como aranceles, fomento de la importación de productos empleados para la exportación, y regulaciones gubernamentales. Con el aval teórico de la tesis de la Industria naciente de List, proponen una política alternativa consistente en proteger a la industria nacional de la competencia comercial internacional y apoyarla con infraestructuras y educación, y usar la acción colectiva para presionar sobre la agenda de la OMC.
Frente a la orientación privatizadora, derivada de la concepción neoliberal del comercio internacional y de la relación entre Estados y Mercados, defienden el apoyo gubernamental a las actividades de interés nacional y, partiendo de la base de que ciertos recursos vitales no pueden privatizarse, apuestan por mejorar su organización y control. A su juicio, el Estado debe integrar la política industrial en una “visión de desarrollo general”, con unos objetivos concretos y unos medios para lograrlos, en términos de capacidad humana e institucional, y de calidad del funcionariado.
El argumento neoliberal favorable a la liberalización total de las cuentas de capital para impulsar las entradas de capital privado es rebatido en términos de sus negativos efectos sobre la estabilidad financiera y de la excesiva influencia de los inversores en la política interna. De ahí que justifiquen el “control de capitales” porque pone límites a esta influencia y fomenta un nivel de inversión adecuado. De otro lado, defienden la regulación estatal del sistema financiero, “represión financiera” en clave neoliberal, para impedir un modelo de desarrollo “regido por la especulación” y acompañado de crisis financieras. En su apoyo citan la defensa de Gerschenkron del papel de las instituciones estatales y las relaciones financiero-industriales en las políticas de industrialización tardía. En efecto, en el modelo de Bretton Woods las finanzas estaban al servicio de la acumulación y la regulación y la política monetaria eran una fuente de estabilidad. El actual sistema descentralizado y coordinado por el mercado se caracteriza por una gran inestabilidad, provocada por el divorcio entre la acumulación monetaria y la productiva (Arrighi, 1999; Aglietta, 2000; Bonefeld, 2000). En definitiva, basándose en el concepto de “eficiencia funcional”, o capacidad del sistema para financiar proyectos de largo plazo, de Tobin, defienden la creación de Bancos de desarrollo, para poner las finanzas al servicio del desarrollo.
Por lo que se refiere a las Políticas e Instituciones macroeconómicas, rebaten el régimen de convertibilidad y tipo de cambio flotante, y se inclinan por un sistema de restricciones a la convertibilidad y controles al tipo de cambio como mecanismos fundamentales para el desarrollo. También cuestionan la “neutralidad” de las políticas monetarias llevadas a cabo por los Bancos Centrales independientes y sostienen que bajo esa forma institucional se amplían las posibilidades de aplicar una política monetaria en beneficio de la comunidad financiera, con grave perjuicio de la industria y la democracia. Finalmente, tras analizar el comportamiento fiscal de las economías más desarrolladas, caracterizado por importantes programas de gasto público y déficit presupuestario, cuestionan la política de reducción del gasto público recomendada a los países en vías de desarrollo, porque empeora su nivel de vida presente y compromete la actividad económica futura; y defienden los programas sociales, financiados mediante la reducción de la evasión y la generación de ingresos fiscales, y el gravamen de la especulación financiera.
En definitiva, estamos en presencia de un texto relevante y referencia obligada en el futuro para todos los colectivos sociales interesados en los problemas del desarrollo. El libro, verdadero antídoto contra el determinismo neoliberal, pretende proporcionar una serie de opciones de política que atiendan a las condiciones nacionales específicas y a las restricciones que imponen las instituciones que gobiernan la globalización, los gobiernos donantes y los prestamistas internacionales.
Fernando López Castellano, Universidad de Granada, Spain
I don´t live here any more
Hace 12 años
¡Parece increíble que se pueda ser tan hipócrita! ¿Cómo se pueden recomendar pautas que no se han seguido? ¿Cómo se puede recomendar apertura para esas primeras fases?
ResponderEliminarQuisiera saber donde puedo encontrar el libro, ya sea en físico o digital. Gracias!
ResponderEliminarPodrian enviarme por email este libro ? es de mi interes!! Este es mi email : valdevenitonicolas@gmail.com. Muchas gracias!!
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